Nazco en Terrassa, la mejor ciudad del mundo según las últimas encuestras realizadas por mí a mí mismo. De pequeño era más bien tirando a tímido, aunque tenía mucho que decir (especialmente chorradas). Mis padres me apuntaron a teatro porque un profesor de primaria vio que me gustaba hacer imitaciones. En este sentido, programas como Polònia o Crackòvia fueron referentes para mi “miniyo”. Lo que nadie se hubiera esperado fue que decidí dedicar mi vida al teatro y a las artes escénicas.
Esto lo decidí pero no se lo dije a nadie para que no me llamaran cobarde cuando me embarqué en la aventura de completar una carrera universitaria. Estudié periodismo (Cobarde!) y me saqué el título para tener más oportunidades laborales. Ya puestos, tendría que haber estudiado matemàticas, porque periodismo, salidas lo que es salidas, no tiene muchas. Y menos si no te gusta el periodismo, a quién vamos a engañar.
Después, ya tranquilo y teniendo el maravilloso “Plan B” que tantos artistas necesitan, me puse a estudiar lo que de verdad quería: interpretación. En la escuela Nancy Tuñón fue donde me di cuenta de que no tenía ni idea de nada y donde me di cabezazos contra la cuarta pared hasta que por fin empecé a entender de qué iba todo eso de la “verdad escénica”. Muy contento, salí al mundo laboral de los actores dispuesto a comerme todos los cástings. Y en esas estamos, hay mucho mundo por comer aún.
Oye, por cierto. Ya que has llegado hasta aquí. ¿No tendrás, por casualidad, algún proyecto que ofrecerme? No te cortes, coméntame, tú coméntame.